sábado, 29 de octubre de 2016

La Leyenda de Bobby

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   Si la fidelidad tuviese nombre, para los ciudadanos escoceses se llamaría “Bobby”; el perro protagonista de la leyenda más querida de Edimburgo, que lo han convertido en todo un símbolo nacional.

John Gray, un jardinero que llegó a Edimburgo junto a su mujer e hijo en busca de mejores días, y que debido a los duros inviernos el suelo estaba tan erosionado que era imposible trabajarlo. Así que, decidió unirse al cuerpo de policía en calidad de vigilante nocturno. Una de las condiciones que se le imponían, era que para sus rondas nocturnas debía estar siempre acompañado por un perro guardián.

Se le asignó un Skye Terrier, al que bautizó con el nombre de “Bobby”. Este perro se convertiría en su fiel compañero en las largas caminatas nocturnas por las frías calles de Edimburgo.

John y su perro se convirtieron en amigos inseparables hasta que ocho años después John Gray murió de tuberculosis el 15 de Febrero de 1858, siendo enterrado en el cementerio Greyfriars.

Su perro Bobby se mantuvo junto a la tumba de su amo durante 14 años hasta su muerte; hiciera frío, lloviera o nevara.

Los perros no estaban permitidos en el cementerio de Edimburgo por lo que Bobby era expulsado una y otra vez por el vigilante del cementerio pero todos sus esfuerzos fueron en vano ya que éste siempre regresaba junto a la tumba de John Gray así que el vigilante se dio por vencido y terminó construyéndole un refugio junto a su compañero (por esta razón es conocido como Greyfriars Bobby).

Mientras, los habitantes de la ciudad se encariñaban con él y le llevaban alimentos para que pudiera vivir bien. Esto hizo, que todos los perros callejeros se reunieran en los cementerios atraído por los alimentos ya que se transformó en una costumbre de los habitantes, llevarle alimentos a los perros que se concentraban allí.

Debido al alarmante aumento de perros callejeros y a que se temía que esto tuviera como consecuencia diversas enfermedades; se aprobó una ley en Edimburgo que requería que todos los perros de la ciudad estuviesen registrados y autorizados previo el pago de un impuesto. Esta ley especificaba que los perros no registrados o sin dueño, serían eliminados.

Después de la muerta de John, Bobby no tenía dueño oficial y por lo tanto carecía de registro; pero era tan querido en su ciudad que el mismísimo Alcalde de Edimburgo, Sir William Chambers, decidió pagar indefinidamente su licencia, colocándole un nuevo collar y un plato de bronce con la inscripción: “Greyfriars Bobby del Alcalde, 1867, autorizado”.

En 1872 Bobby falleció y descansó en paz junto a la tumba de su querido amigo. Un año después, una aristócrata de la ciudad hizo esculpir una fuente con su estatua situada al sur del Puente George IV, para recordar su vida y la devoción a su amo.

Bobby se convirtió en un héroe para los ciudadanos de Edimburgo y forma parte del patrimonio histórico de esta ciudad. Su plato de bronce y su collar se encuentran en el Museo de Edimburgo, (conocido como “Huntly House”) para todo aquel que lo quiera visitar.

Los restos de Bobby están enterrados a escasos metros de los de su amo, en la lápida se puede leer:

“Greyfriars Bobby – died 14th January 1872 – aged 16 years – Let his loyalty and devotion be a lesson to us all” 

(Greyfriars Bobby – Murió el 14 de Enero de 1872 – a los 16 años – Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros).

Actualmente centenares de personas le siguen llevando comida, palos y juguetes a su tumba cada día, siendo el punto más visitado de todo Edimburgo. 

Basado en La Leyenda de Bobby. Notebook Teresa. 

- http://www.sentadofrentealmundo.com/2010/11/bobby-el-perro-fiel-de-edimburgo.html

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